doi: https://doi.org/10.25185/6.12

Reseña

 

Jorge Wagensberg, Teoría de la creatividad, eclosión, gloria y miseria
de las ideas.
Barcelona, Tusquets, 2017, 286 pp.

 

 

 

Lic. Rodrigo Bacigalupe Echevarría1

ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-7310-997X

1 Universidad de Salamanca y Universidad de la República/ ANII/

rodrigobacigalupe25@gmail.com

 

Recibido: 26/03/2019 - Aceptado: 24/04/2019

 

 

“Un fanático es todo lo contrario
de un creador”

Jorge Wagensberg

 

El libro Teoría de la creatividad, eclosión, gloria y miseria de las ideas, más allá de poder recordarnos lejanamente un título de alguna obra de Bertolt Brecht,  representa el último canto de cisne del pensador catalán Jorge Wagensberg, pues, fue su última obra publicada en vida, hacia finales del año 2017. Luego vendrían, como es costumbre, homenajes y ediciones póstumas, algunas ya previstas por el propio escritor, como es el caso de Solo se puede tener fe en la duda (2018), cuya temática es  complementaria a la del libro que aquí presentamos.

Los textos de Wagensberg se publicaron, en su gran mayoría, en la colección Metatemas, (hoy ya un clásico de la difusión del pensamiento científico de la editorial Tusquets), de la que el propio autor fue fundador y editor desde 1983. El pensador ha compaginado su labor de escritor con la docencia en la Universidad de Barcelona, así como con la dirección del Museo de la Ciencia de la capital catalana (hoy Cosmocaixa). El texto en cuestión condensa en sus 286 páginas parte del trabajo de Wagensberg a lo largo de décadas de investigación y difusión científica que ocuparon su vida intelectual.

El libro cuenta con una distribución particular que consta de un prólogo, tres secciones (Capítulo 1, 2, y 3: Seleccionar, Buscar y Conocer, respectivamente), un epílogo con cinco casos singulares en la historia de las creatividad, denominado “Cuatro prodigios y un milagro”, y una sección de anexos que se divide en tres apartados que interrogan: “Sobre la unicidad del método científico” (I), “Sobre la cantidad y la calidad en el conocimiento humano” (II) y sobre “Individuos versus individualidades”(III). A esta estructura le da cierre una nutrida y valiosísima bibliografía teórica fijada por el autor.

Los capítulos transitan por las distintas fases del proceso creativo esenciales desde la perspectiva de Wagensberg y, al hacerlo, nos permiten descubrir algunos de los avatares más paradójicos de la creación. Incluso alterna varios párrafos de índole teórica con propuestas a nivel educativo, señalando como carencia fundamental de los sistemas globales, la casi nula atención dedicada a fomentar la creatividad, por la mera búsqueda de resultados.

La propuesta del libro es amplia, pero, partiendo de su título, podemos advertir que motivo central es ensayar y exponer posibles senderos teóricos y metodológicos hacia una Teoría de la creatividad. La base de esta teoría estaría en un nivel epistemológico, cognitivo y metodológico, pues, de esta manera, el libro intenta labrar un camino, con ejemplos diversos, para dar respuesta a una pregunta central en el texto y de la cual parte su teoría: ¿Qué es una idea?

Algunas de las fuentes primarias que se mencionan, ya como ejemplos de casos emblemáticos en la historia de la creatividad, ya como base teórica del propio autor, tienen relación con una serie de nombres que recorren la historia del pensamiento científico, y que van desde el griego Ptolomeo (cuya concepción geocéntrica, como apunta Wagensberg, fue una idea con veintidós siglos de vigencia), sucediéndose figuras tan heterogéneas como las de Newton, Darwin, Tesla, Edison, Freud, Einstein, Michelson, Morley, incluyendo algunas anecdóticas como Santos Drummond de Andrade o Jean Cartier (eventualmente por fuera de cualquier lista científica), para llegar a la contemporaneidad con Feynman, Schrödinger o Shannon. Dos de los más destacados miembros de la lista son Benoît Mandelbrot y Janine Benyus, cuyas teorías de los fractales y de la biomimesis, respectivamente, han sido de enorme inspiración para el catalán durante toda su vida científica. La configuración de este listado explica el subtítulo del libro.

En el primer apartado, “Seleccionar”, se parte de una base metodológica abordando el problema de cómo llega el ser humano al conocimiento. Se parte de ejemplos evolutivos claves, así como de los mecanismos que tiene la naturaleza para seleccionar una posible solución a un problema. Se presentan luego los dos tipos fundamentales de selecciones: la natural (darwiniana) y la cultural (creada por el hombre, con intención resolutiva). Estas nociones son vertebrales en el pensamiento de Wagensberg. La primera, según el autor, constituye una de “las dos ideas más trascendentes y brillantes de la historia de la ciencia” (solo superada por la teoría general de la relatividad de Einstein), y consiste en el mecanismo “natural” que tiene la vida para evolucionar y prever una posible tara a nivel evolutivo (Wagensberg 2017, 78). Un ejemplo singular es el de los primeros seres plumados, dotados por marca evolutiva de una herramienta aún innecesaria, que se adelanta a una situación problemática. El segundo modelo de creación se corresponde con la selección “cultural”, que no requiere de millones de años para su gestación, y que surge como respuesta a un problema “natural” anterior. Estos serían, entonces, los dos grandes modos que la creatividad posee al momento de capturar ideas.

El segundo segmento, “Buscar”, podría sintetizarse en el intento de responder a dos interrogantes conjuntas: ¿De dónde viene y cómo hallar una idea? Wagensberg reflexiona sobre el alcance del método científico clásico, concluyendo que su eficacia consiste en su capacidad para tratar ideas, pero no para capturar nuevas. Es por eso que en este segundo bloque reflexiona sobre los distintos modos de aprehender una idea, reconociendo que existen formas intuitivas, de comprensión, y de carácter ético/estético, todas ellas pasibles de condicionar el vínculo entre una idea y su aplicación eficaz. Aquí se abordan ejemplos que han estado “congelados” en la historia durante siglos y que, por distintas situaciones y necesidades, han vuelto a la luz. También se señalan aquellas desechadas por el método científico en una primera instancia y que luego, al modificar la pregunta inicial, pasaron de obsoletas a eficaces, como el pintoresco caso que se analiza en el libro del llamado fantasma de Heilbronn. También en este capítulo, el autor señala la importancia del vínculo interdisciplinar, al que muchas veces las instituciones formales de enseñanza le tienen rechazo (más en la práctica que en la teoría). Una de las claves para el eficaz resultado de esta “coctelera de ideas” (como la ha denominado el propio Wagensberg) será el lugar que se le asigne a la intuición, la cual se ubicaría, parafraseando al autor, “entre lo comprendido y lo que se está por comprender” (Wagensberg 2017, 192-193). En este apartado se insiste en que partir de ideas previas es solo uno de los modos de procurar nuevas, pero, también existe la posibilidad de entrar en zona de riesgo, en lo desconocido, a través de la interdisciplinariedad, para llegar así a un conocimiento nuevo. Un ejemplo claro es el del trabajo conjunto entre científicos y artistas. Se destaca en este capítulo, además, la importancia de las paradojas, ya que, según el texto, “...una paradoja es un síntoma de que está faltando una idea”, y se recomienda atacar ese síntoma (Wagensberg 2017, 17). La profundización en este tema discurre en relación a una clasificación de dos clases: paradojas de contradicción y paradojas de incompletitud, que dan cierre al capítulo.

El tercero, “Conocer”, plantea un problema fundamental en relación a los códigos a utilizar en el proceso cognoscitivo, ya fuere a nivel procedimental, del marco teórico, como también del carácter ético de ciertas ideas. Luego de realizar ese filtro inicial que radica en poder separar el conocimiento útil, el que puede significar un punto de apoyo real, del que solo lo parece, el autor se centra en la importancia de una conciencia clara en relación a cuatro grandes formas de clasificar las ideas, distribuyéndolas en cuatro “familias”. La primera de estas en ser abordada es la que se define como de “ideas para pensar el mundo”, de eminente rasgo lingüístico, que consiste en depurar el lenguaje que se volverá herramienta y medio expresivo, para lo que resulta vital distinguir entre “ruido e información” (Wagensberg 2017, 44). La segunda de esas familias de ideas que nos acercan al camino del conocimiento es la de “las ideas para comprender el mundo”, cuyo conjunto tiene relación con el aspecto metodológico y el paradigma a utilizar para hacer de las ideas conocimiento transferible, comunicable. Para este caso, lo esencial es distinguir lo verdadero de lo falso en un sentido lógico, al estilo popperiano. El tercer grupo de ideas es el de aquellas que son útiles para “cambiar el mundo”, de corte tecnológico, que, en base a una evaluación de su eficacia, logrará determinar el conocimiento útil, del que no lo es. Finalmente, la cuarta familia de ideas de este apartado es la de aquellas “para vivir en el mundo”, que tiene como base la reflexión ética sobre las buenas y malas ideas en relación a este punto, cuya evolución, aunque lenta, es constatable en las legislaciones del propio Comité Científico Internacional, con claros avances en defensa de los derechos de todo ser sensible, más allá de los intereses meramente humanos.

Los “Anexos” lo componen los pilares que soportan esta breve Teoría de la creatividad. Tres de un grupo de cuatro artículos publicados entre 2014 y 2016 en la revista Biological Theory1[1] del Konrad Lorenz Institute for Evolution and Cognition Research de Klosterneuburg (Austria), en el que el mismo Wagensberg supo trabajar como docente invitado. Los tres trabajos mencionados se ofrecen traducidos de su versión original en este apartado final. El primero de ellos, titulado “Sobre la existencia y unicidad del método científico” plantea el debate en relación a la necesidad de unificar el método, para lograr así una definición de ciencia unívoca, cuyas directrices, se aventura el autor a proponer, debieran transitar por los carriles de la “Universalidad” , la “anticipabilidad” y el “progreso” (Wagensberg 2017, 158). El segundo anexo reflexiona sobre “...la cantidad y la calidad en el conocimiento humano”, y tiene por objeto desmitificar la creencia, arraigada en la historia contemporánea del pensamiento, de que calidad y cantidad no pueden ir juntas. Para tal propósito, ejemplifica a través de las matemáticas y el arte, unificando ideas clásicas como las de “armonía” y “ritmo”, considerando la teoría de la relatividad como un punto de encuentro perfecto entre una regularidad espacial y una temporal. El último trabajo es titulado “Individuos versus individualidades: una aproximación darwiniana”, cuya propuesta radica en un cambio en el paradigma evolutivo propuesto por Darwin en 1859 con la elaboración de su famosa Teoría de la selección natural. La idea que ofrece Wagensberg es la de concebir la individualidad más allá de lo individual, del “nivel de los organismos o de los genes individuales”, llegando a postular que la “selección natural” podría concebirse actuando por encima del individuo, planteando la idea de una “nueva individualidad” (Wagensberg 2017, 201).

El último apartado lo configura una nutrida bibliografía de autores, tanto contemporáneos como clásicos en el mundo de la ciencia y la difusión del pensamiento científico. Sin embargo, clasificar este libro como uno escrito únicamente para difundir un conjunto de ideas o nociones sería un error, pues, el texto, además de dar cuenta del estado de la cuestión en el campo teórico abordado por el autor, presenta, con una retórica que escapa de la vehemencia y los énfasis innecesarios, una forma de ver el mundo, propositiva y proactiva, como lo fue el propio Wagensberg durante toda su vida.

 



[1]   https://www.kli.ac.at